David C. 

Cuando al niño le introdujimos el gluten fue una odisea. Nos tiramos más de medio año del pediatra al hospital y viceversa. En los dos sitios nos decían que lo que le pasaba al niño era normal (“hay niño que tienen tripa, devuelven, hacen la caca suelta, tienen cara de pena y tristeza”). Cuando por fin fuimos al Hospital Niño Jesús el niño se quedó ingresado y oímos a las enfermeras y/o médico que era el caso más claro y con peores síntomas que habían visto. Lo siguiente que hice fue ir a la pediatra y darle las “gracias” por casi matar a mi hijo; por supuesto, me cambié de pediatra. Pero la cosa no quedó ahí, la siguiente pediatra me dijo un día que diese gracias porque mi hijo naciese en estos días, si llega a nacer antes habría muerto; esto colmó el vaso de las “impertinencias” que soltaba esta señora, me volví a cambiar de pediatra. Hoy en día, tengo una pediatra que sabe tratar a los niños y a los padres con respeto y amabilidad, da gusto hablar con ella.

Se lo detectaron al año y medio aproximadamente y, después, estuvo más de medio año con una dieta especial hasta que su cuerpo volvió a la normalidad. Para él lo normal es comer sin gluten y no recuerda la odisea que pasamos hasta que detectaron lo que le pasaba. Al colegio le llevábamos nosotros la comida y ahora va a comer a casa. Cuando iba a los cumpleaños teníamos que llevarle nosotros la comida; si el cumpleaños era el suyo intentábamos que pusieran cosas que pudiese comer él. Actualmente hace una vida similar a la de cualquier niño de 13 años y que no sale muy lejos de casa. Sabe que no puede comer lo que los demás y creo que no lo hace porque las analíticas dan bien. Cuando dice que quiere comer algo que comen los demás, si lo encontramos sin gluten, se lo damos para que lo pruebe. Cuando va con sus amigos y quedan para comer suele acercarse a casa y salir después.