Nicolas L. 

Tendría unos 18 meses cuando se le diagnosticó la celiaquía. Había estado cerca de 3 meses con diarreas, tripa hinchada, vómitos, y desgana por la comida. El pediatra le quitaba importancia y decía que se le pasaría. Un día fue la abuela con el niño al médico e insistió en que tendría que hacerle alguna prueba porque no era normal lo que le pasaba, ella tuvo 7 hijos y había visto de todo, pero la verdad es que al niño daba pena verle desnudo. Gracias a eso le realizaron las pruebas que fueron concluyentes. Cuando mi mujer me llamó para contarme el resultado yo estaba reunido y dejó un mensaje muy dramático en el teléfono con voz llorosa diciendo que tenía que contarme algo sobre las pruebas. Le devolví la llamada alarmado y sentí un gran alivio cuando me lo contó, porque en realidad era lo menos malo de lo que me había imaginado, con lo cual puede decirse que me alegré del diagnóstico.

El niño está totalmente concienciado de lo que puede comer, de momento pregunta siempre cuando le ofrecen algo. Creo que la dieta celiaca es muy sana porque se evita mucha bollería industrial y chucherías que no son buenas para nadie. Sólo una vez en un mercadillo el niño le pidió a la hija adolescente de una amiga nuestra, que no sabía de su condición, que le comprara un bizcocho, que era de trigo claro. Tenía 3 años y no le regañé, sólo le explique por qué no debería hacerlo. No lo ha vuelto a hacer, y siempre pregunta antes de comer cualquier cosa. A nivel médico le llevamos una vez al año a un control de seguimiento, y nada más. Lo importante es la dieta. Los médicos nos han ofrecido si queremos provocarle reacción dándole gluten para poder hacerle otra biopsia intestinal para aegurarse de que efectivamente es celiaco al haberse diagnosticado tempranamente, pero hemos decidido de momento no hacer pasar al niño por ese trago.